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CHARLES REZNIKOFF, traducido del inglés por Pablo Queralt

Charles Reznikoff nació en 1894 en Nueva York (EE. UU.), donde murió en 1976.



    DEPRESSION


So proudly she came into the subway car

all who were not reading their newspapers saw

the head high and the slow tread—

coat wrinkled and her belongings in a paper bag,

face unwashed and the grey hair uncombed;

 

simple soul, who so early in the morning when only the

    poorest go to work,

stood up in the subway and outshouting the noise:

“Excuse me, ladies and gentlemen, I have a baby at home who

    is sick,

and I have no money, no job;” who did not have box or cap

    to take coins—

only his hands,

and, seeing only faces turned away,

did not even go down the aisle as beggars do;

 

the fire had burnt through the floor:

machines and merchandise had fallen into

the great hole, this zero that had sucked away so many years

and now, seen at last, the shop itself;

the ceiling sloped until it almost touched the floor—

    a strange curve

in the lines and oblongs of his life;

drops were falling

from the naked beams of the floor above,

from the soaked plaster, still the ceiling;

drops of dirty water were falling

on his clothes and hat and on his hands;

the thoughts of business

gathered in his bosom like black water

in footsteps through a swamp;

 

waiting for a job, she studied the dusty table at which she sat

and the floor which had been badly swept—

the office-boy had left the corners dirty;

a mouse ran in and out under the radiator

and she drew her feet away

and her skirt about her legs, but the mouse went in and out

about its business; and she sat waiting for a job

in an unfriendly world of men and mice;

 

walking along the drive by twos and threes,

talking about jobs,

jobs they might get and jobs they had had,

never turning to look at the trees or the river

glistening in the sunlight or the automobiles

that went swiftly past them—

in twos and threes talking about jobs;

 

in the drizzle

four in a row

close to the curb

that passers-by might pass,

the squads stand

waiting for soup,

a slice of bread

and shelter—

grimy clothes

their uniform;

on a stoop

stiffly across the steps

a man

who has fainted;

each in that battalion

eyes him,

but does not move from his place,

well drilled in want.


 

DEPRESIÓN


Tan orgullosa ella entró en el vagón del metro 

todos los que no estaban leyendo sus periódicos vieron

la cabeza en alto y el paso lento-

abrigo arrugado y sus pertenencias en una bolsa de papel, 

rostro sin lavar y el cabello gris despeinado;

 alma simple, que tan temprano en la mañana,

cuando los pobres van a trabajar

se paró en el metro

y gritó más que el ruido

“Disculpen, señoras y señores, tengo un niño

en casa que está enfermo,

y no tengo dinero, no tengo trabajo”, que no tenía

ni caja ni gorra para tomar las monedas-

solo sus manos,

y al ver solo caras apartadas

ni siquiera recorrió el pasillo como hacen los mendigos;

el fuego había quemado el suelo:

máquinas y mercancías habían caído en el gran hoyo

este cero que había chupado tantos años

y ahora, visto por fin, la tienda misma,

el techo se inclinaba casi hasta tocar el suelo

una curva extraña

en las líneas y rectángulos de su vida;

las gotas estaban cayendo

de las vigas desnudas del piso de arriba,

del yeso empapado todavía el techo;

caían gotas de agua sucia

en su ropa, sombrero y en sus manos;

los pensamientos de negocios

reunidos en su seno como agua negra

siguiendo pasos a través de un pantano;

 

esperando un trabajo, estudió la mesa polvorienta

en la que estaba sentada

y el polvo del suelo que había sido mal barrido

el oficinista había dejado las esquinas sucias;

un ratón entraba y salía bajo el radiador

y ella apartó los pies

y su falda alrededor de sus piernas, pero el ratón

entraba y salía,

sobre su negocio, y ella se sentó esperando un trabajo

en un mundo hostil de hombres y ratones;

 

caminando por el camino, de a dos, de a tres,

hablando de trabajos,

trabajos que podrían conseguir

y trabajos que habían tenido,    

sin volverse nunca para mirar los árboles o el río

brillando a la luz del sol o los automóviles

que pasaron rápidamente a su lado,

en grupos de dos y de tres hablando de trabajos;

 

en la llovizna

cuatro en fila

cerca de la acera

para que pasen los transeúntes

los escuadrones se paran

esperando sopa,

una rodaja de pan

y refugio

ropa sucia

su uniforme

en una escalinata

rígidamente a través de los escalones

un hombre

quién se ha desmayado;

cada uno

en ese batallón lo mira

pero no se mueve de su lugar,

bien perforado en la necesidad.




 

 



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