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MARÍA TERESA VILLAVERDE, "TUXA", traducida del asturiano por Lourdes Álvarez

María Teresa Villaverde, "Tuxa", nació en Villaviciosa (Asturias) en 1882 y murió en Sariego en 1934.



ATAPECER


El sol al ocasu

maxestuosamente,

los sos rayos engolviendo en gases

de ñubes, desciende;

ñubes delicaes, ñubes tresparentes

a les qu’arreboles los más caprichosos

per parte se mecen.

 

De los paxarinos

los cantos allegres

ascúchense al tiempu que los mil rumores

que la naturaleza nel so senu escuende;

nos qu’hai armoníes,

nos qu’hai llanguideces,

nos qu’hai vigor, fuerza,

notes d’enerxía vibrantes y recies;

nos qu’hai puesía

qu’al alma acorica y fai dormecese.

 

Allá llonxi, perduce tonada

oénse; de la llende

el zagal a casa

col ganáu güelve

y cola rapaza

nos fala que sueña en hora tan solene;

ye día de moces

y ha correr aína dici-y sos quereres,

depositar nella

tienres confidencies

metanos el llar

al escuchu feches.

 

De tan soberanu conxuntu de vida

aquesta estinguiéndose

yá con tou; del astru del día

yá non son ardientes

nin resplanden los rayos, qu’al cabu

puquiñín a pocu tras el monte escuéndense

hasta qu’a la postre

defechu’l sol muerre.

 

Y cuandu ún diría formara de lluz

y de movimientu un hinu perene

súbitu se cambia en del muertu astru

cortexu, cuyos tristes ecos

lluegu tamién cesen.

Y el llúgubre cuadru de la negra noche

el sudariu engüelve.

 

Imaxen aquesta

de lo que del alma nel mundu asucede;

en mundo del alma

tamién de la dicha cuando’l sol riente,

ñeru en que se escuenden

pa canta-y d’amor y ventura

melgueres endeches.

Mas el desengañu

vien y les sos fieles

l’alma d’amargura

y señaldá llenen;

los encantos pa ella l’asistencia

bien aína pierde

y tou queda engüeltu

en sombres de muerte


 

 

ATARDECER

 

El sol al ocaso

majestuosamente,

envolviendo sus rayos en gasas

de nubes, desciende;

nubes delicadas, nubes transparentes

a las que arreboles los más caprichosos

por parte se mecen.

 

De los pajarillos

los cantos alegres

se escuchan al tiempo que los mil rumores

que esconde en su seno la naturaleza;

en los que hay armonías,

en los que hay languideces,

en los que hay vigor, fuerza,

notas de energía vibrantes y recias;

en los que hay poesía

que al alma mima y hace adormecerse.

 

Allá lejos, muy dulce tonada

se oye; el zagal vuelve

del pastoreo a casa

con el ganado

y con la novia

nos dice que sueña en hora tan solemne;

es día de cortejo

y debe correr deprisa a contarle sus quereres,

depositar en ella

tiernas confidencias

hechas al oído

en medio de la casa.

 

De tan soberano conjunto de vida

esta extinguiéndose

ya con todo; del astro del día

ya no son ardientes

ni resplandecen los rayos, que al cabo

poquito a poco tras la montaña se esconde

hasta que al fin

del todo el sol muere.

 

Y cuando uno diría haber formado de luz

y de movimiento un himno perenne

repentino se cambia en séquito del astro

muerto, cuyos tristes ecos

pronto también cesan.

Y el lúgubre cuadro de la negra noche

el sudario envuelve.

 

Imagen esta

de lo que del alma sucede en el mundo;

en el mundo del alma

también de la dicha cuando el sol riente,

nido en que se esconden

para cantarle de amor y ventura

endechas cariñosas.

Pero el desengaño

viene y sus fieles

llenan el alma de amargura

y pena;

los encantos para ella la asistencia

enseguida pierde

y todo queda envuelto

en sombras de muerte.





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